sábado, 30 de noviembre de 2013

ELLA

Ella soñaba con tocar las estrellas.

Acariciarlas con la punta de los dedos y sentir el calor de su brillo recorriéndole el cuerpo. Quería ir hasta el cielo y agarrar una de ellas para traerla a su mundo de noche infinita.

Ella soñaba con viajar por el Sol.

Recorrer todos sus cálidos rayos de luz con los pies descalzos y poder observarlo todo desde lo alto. Ver a la personas de su mundo de noche como pequeños puntos negros moviéndose de un lado a otro ajetreadamente.

Ella soñaba con rozar la luna.

Con apoyar una escalera en una de sus puntas para poner subir cuando quisiera y robarle una sonrisa para que recogiese todas las estrellas que cayesen del cielo, como gotas de agua lamiendo un cristal; tumbarse allí entre el crepúsculo y contarlas mientras las deja caer en un suave desliz.

Ella soñaba con atrapar las nubes.

Dejarse caer en su suave textura y navegar por el gran azul, viendo caer las pequeñas plumas de cristal que le acariciaban la cara cada anochecer.

Ella soñaba con parar el tiempo.

Tomar una de sus agujas para tatuar en los árboles palabras de amor, grabar recuerdos en la corteza de un papel con tinta a cada impacto que provocan las teclas de una máquina de escribir, cargada de emociones y de historias que contar.


Ella soñaba despierta.

Y soñaba al despertar.

Cuando los rayos del Sol irrumpían en su habitación y acariciaban su espalda desnuda, naufragando entre las sábanas de seda. Cuando el olor a café invadía el aura de su apartamento, como el batir de alas de una mariposa desprendiendo sus pequeñas escamas. Cuando sus cabellos se colaban entre las comisuras de mis labios, como dos piezas de un puzzle que se corresponden.

Ella soñaba con despertar entre caricias, con ver las nubes pasando de largo tras el cristal y ocultando los rayos del Sol a su paso. Con soñar conmigo y dormir sin mí. Con llevarme a las estrellas y arroparme entre las curvas de la Luna.

Ella soñaba con parar el tiempo cada madrugada... y reanudar las horas cada anochecer.

DECEMBER

Cayó la última hoja de cartón que amó al otoño con cada red de sus inmensas carreteras, con los largos caminos de su piel, con la verdosa textura de sus cabellos a la luz.

Amanecía sobre los esbeltos brazos de los edificios, que se alzaban majestuosos, sin inmutarse ante las provocaciones del viento.
La escarcha ha cubierto el cristal de mi ventana, dibujando con rigurosas pinceladas una telaraña helada de sueños, repleta de pequeños llantos de las nubes que huyen despavoridas del color del cielo. Se dejaba caer hacia los lados, en diagonal y en todas las direcciones con unos largos e invernales hilos de Diciembre, acariciando la superficie transparente, dejando a las yemas de mis dedos seguir su gélido y serpenteante curso.
Las cenizas de la noche impregnan la madrugada, deshaciendo entre caricias de las llamas el frágil cuerpo de las ramas secas, desvaneciendo su estructura lentamente; consumiendo la oscuridad de mis pupilas en un suave baile de calor, de humo, de sudor... de árboles tatuados hablando de amor. Del color de los tejados de tu espalda, del licor... Del sabor de despertar al alba.
Mis dedos se calientan en tu piel, evadiéndose del frío invierno que arropa la habitación, escapando de las moribundas ascuas que permanecen encendidas entre los ennegrecidos restos de los troncos, disuadidos en un suave difuminado con la tonalidad de tu pelo en la oscuridad, aguardando a ocultar mis manos en un leve movimiento de ensueño.
Las horas se tornan cálidas y se detienen ante el sensual baile del fuego avivando sus colores. Las agujas han deslizado la ropa hasta dejarla caer al suelo, y la alfombra ha acogido hasta el último aroma de ti.
Los copos de nieve crean una delgada cortina entre la realidad y mis pupilas, a las que ya no hacen daño, ni hielan las fibras del color marrón, huyendo del tiempo a mi paso constante.

La última hoja que amaba al otoño se ha quedado en la profundidad del manto de nieve que ha cubierto el asfalto.
Y ya no volverá a salir.
Ya no volverá a caer.

Ni a correr.

Ni a huir.

lunes, 21 de octubre de 2013

ALGÚN LUGAR EN EL TIEMPO

Qué pasará cuando los pájaros no canten, y el timbre de su voz se vea arruinado por el humo de las fábricas de autómatas sin alma.
Qué será de todo aquello que los niños saben ver, de todos los sentidos que tenían en los tiempos donde las pisadas en los charcos de lluvia aún existían.
Qué será de todo aquello que hundió los grandes veleros de nuestra niñez, las grandes olas que cubrieron el brillo del primer llanto, de la primera palabra, de la primera sonrisa que dedicaron sin escoger un lugar en su mundo.
Ya no habrá cosas esenciales a sus ojos, no se otorgará el mismo valor a la invisibilidad de los momentos, los sentimientos se habrán apagado como la chispa de un cigarro a punto de consumirse.
Qué pasará con todo aquello que hoy palpita, esperando, desesperado, que alguien logre escuchar sus gritos de socorro.
El miedo cubrirá los rayos del Sol más oscuro e infectado de tristeza.
El amor quedará tan vacío como vuestras ganas de luchar, quedará tan humillado como vuestra cobardía, que se alzará triunfante ante los ojos de quien no supo arriesgar el último aliento de su dignidad y llenó sus rodillas del polvo en el que fue derribado.
Los mismos muros de piedra que derrumbasteis con orgullo, son los que ahora tendréis que construir para aislaos de vuestra libertad, agachando la cabeza, infectando vuestra mente de imágenes que calcareis para no ser nadie.

Qué pasará cuando las agujas del reloj consigan alcanzaos.

No pasará nada.
Porque no tendréis nada de lo que querréis.

Los puños que alguna día se alzaron, son las manos que hoy recogen los pedazos de vuestro cuerpo.
La felicidad se habrá convertido en una estrella de paso, que jamás se dejará ver.
El odio difuminará los sueños que algún día existieron, como un tachón de tinta sobre una frase que jamás habrá sido escrita.
Y cuando la vida os alcance no os quedará nada que no sean las heridas que no quisisteis cerrar, no os quedará nada que no sea la suela desgastada de un calzado cansado de huir.
Las agujas os derribarán con un golpe seco mientras vuestro mecanismo se deshace como las entrañas de un reloj de arena...

Y ya sólo quedarán vuestras voces, arrebatando lo único que podemos considerar nuestro.

Ya sólo quedarán vuestras manos arrancando la imaginación de mi piel rasgada.

sábado, 12 de octubre de 2013

"En la curva de un papel."

Todo el mundo hablaba de que la curva más bonita que poseía era su sonrisa, de una forma genelarizada ante una persona única ante el resto. Pero nadie habló de los detalles que su cuerpo describía, como carreteras de tinta asfaltadas con porcelana sobre la piel de su espalda.
Nadie habló de la curva que describían el borde de sus párpados, pintando unos ojos infectados por el color miel de sus pupilas; ni mencionaron la curva que formaban sus largas pestañas al despertar, como las hojas de las palmeras dejandose mecer por la brisa de la tarde.
Nadie habló de la pequeña curva que pintaban los hoyuelos de su boca al sonreír, como los detalles faciales tallados en las estatuas de Miguel Ángel.
Nadie habló de las curvas de su cuello recorridas por mis dedos, viajando en un mar de emociones que impregnaban mis huellas dactilares.
Nadie habló de las curvas que dejaban ver sus clavículas nadando en las hendiduras que le provocaban en la piel; o de los pequeños pliegues en su cintura, como caminos que se unen para llevar a un único destino sin señalizar.
Tampoco hablaron de las curvas de las yemas de sus dedos, de textura aterciopelada e impregnada de los sueños recogidos en mis sábanas, y convertidos en minutos y segundos desprendidos por la escarcha de un reloj que no se cansa de correr.
Nadie habló de las curvas de sus labios cirniéndose a mi piel, acariciando cada punto de sutura, como la lluvia lamiendo las copas de los árboles.
Pero, sobretodo, nadie habló de las curvas que describían
sus cabellos rizados, como el lazo sobre el envoltorio de un regalo, con alguna mirada desprendiendo explosiones de ilusión; como un huracán despertanto sensaciones sobre la superficie del mar... Como pequeños hilos hechos de sueños y palabras, resumidos en un color azabache, enredándose entre mis dedos y abrazando a mis manos en una suave caricia. Las pequeñas curvas iluminadas por los rayos del sol, anudándose entre las de tus pestañas, arropando el cenit de tus mejillas taciturnamente.

La curva más precisa en la que derrapar con un susurro.
Para frenar en un golpe seco con las palmas de las manos.
Para crear todas las teclas de una máquina de escribir y pulsarlas con la magia entre las teclas negras de un piano de cola.
Para escribir sobre papel con tinta negra y darle vida.

La curva más adecuada para acelerar y matarse, sin miedo a caer. 

Sin miedo a morir.

viernes, 11 de octubre de 2013

"Eudaimonía."

El sonido que reproduce la tiza al impactar contra la emborronada pizarra me enerva, sacándome del vacío de mis pensamientos.
Lo que antes era un eco lejano, ahora se torna claro y voluminoso, permitiendo a mis oídos captar cada una de las palabras que ella vocaliza.
Consigo distinguir algún que otro verbo griego de difícil pronunciación y hermosa, a la vez de complicada escritura; antes de perder la vista en un punto fijo más allá de los edificios bañados por la tenue luz del Sol. Los rayos se cuelan entre las lúgubres nubes tormentosas que se aproximan, dejando ver las pequeñas chispas de agua que caen incesantemente, volviendo el fondo borroso a los ojos.
Mientras esto toma suceso en el exterior, apunto el temario con la desgana propia de una segunda hora de clase, y mi vista vuelve a levantarse hasta alcanzar la línea que separa las claras nubes de las grises.
De pronto, el viento se decide a soplar, descubriendo el Sol por completo y posicionando los muros de ladrillo bajo una auténtica descarga de gotas de lluvia precipitándose violentamente y estallando como fuegos artificiales, al finalizar su trayecto en el suelo.
Experimento la dulce sensación de observar las grandes gotas a contraluz, mezclándose con el contraste de colores que ofrece el paisaje: el verde de los árboles, la escala de grises de los edificios o el brillo de los faros de los coches al pasar, difuminando la autovía.
Mis ojos siguen a cada una de ellas hasta perderse bajo la perspectiva del borde de la ventana, parecido a viajar en autobús recostado en el asiento viendo las cosas pasar a toda velocidad, siguiéndolas con la vista hasta que desaparecen.

Las nubes cubren los recovecos del suelo con un manto de agua cristalina, que se expande como tus pupilas azabache por el color miel de tus ojos.
El timbre de los gritos de los niños y el pitido de los cláxones de los coches se eleva conforme la lluvia calma su ritmo al caer.
Mi mente se dispersa y vuelve a adentrarse en la órbita de las agujas del reloj, aún con el aroma a tierra mojada a las puertas de mis fosas nasales.
El eco se ensordece y miro directamente sus labios, recubiertos levemente de una ligera capa de polvo blanco, al mismo tiempo que pronuncian una palabra y, acto seguido, la tiza vuelve a impactar en la pizarra para escribirla.

En este momento siento una gran satisfacción por el día. Por un día en el que nada diferente ha creado algo distinto y especial. Un momento en el que me envuelve la "Eudaimonía" que acaba de escribir en la pizarra para analizarla sintácticamente.

Algo tan distinto y especial,
como la felicidad.

MI MUNDO DE PAPEL

Vas a esperar un tren.
Un tren que te llevará lejos, a un mundo de papel.
Un mundo con el rostro de la Luna y los cabellos de un pincel.
Yo no poseo armadura que reluzca al rozarla con los rayos del Sol. No tengo pintura para colorear un castillo de grandes murallas donde habiten dragones.
Ni siquiera tengo conceptos para crear un mundo dónde puedas perderte entre mis palabras y contar las páginas.
Pero si quieres, puedo darte un folio que te diga que estás esperando un tren que te llevará lejos.
Puedo escribir la sutil descripción de una gárgola gris de piedra sobre un edificio importante y darle vida. Pintarle alas, hacerla volar sobre una ciudad infectada de magia.
Puedo ser el monstruo de debajo de la cama y salir de aquel oscuro lugar para mostrar a una sociedad opuesta que los monstruos no tienen otra forma que la de un ser humano.
Puedo describirte una locomotora negra y compararla con tu pelo. Decir que tiene bordes dorados y que el humo que se escapa de su chimenea se escapa entre los bordes de mis palabras. Escribir que sus ventanas, totalmente cubiertas de niebla y sueños, están alineadas rodeando cada uno de los vagones unidos a la locomotora.
Puedo decirte que ese es el tren que estás esperando, aunque tú hayas dejado volar tu imaginación y te hayas dibujado en tú mente algo totalmente distinto.

Puedo hacerlo, en un mundo de papel.

En mi mundo de papel.

Puedo ser la efímera lluvia escapando de los brazos de las nubes grisaceas y precipitarme hacia la tierra, mojándola y desprendiéndola de su perfume hasta hacerse barro.
Puedo decirte que el barro, lejos de la lente de una cámara fotográfica, es una taza de café humeante que reposa al lado de mi máquina de escribir y compararla con el color de tus ojos.
Puedo hacerte un mundo de papel y entregártelo en una simple libreta roja, decir que es un mundo y compararlo contigo.
O simplemente puedo escribir los versos más tristes esta noche, aunque no soy Pablo Neruda.

No puedo darte una vida digna de una película dirigida por Nicholas Sparks, donde todo esté regido por la perfección y el orden; pero puedo darte un guión con muchos fallos y sacarte una sonrisa haciendo sonar una cajita de música.
No recito poemas al balcón de nadie, ni quiero subirte a un elefante de tres metros y cantar las letras de Elton John, pero puedo hacer como en Desayuno con diamantes y simplemente escribirte algo y darte un beso mientras andamos por la calle en vez de esperar a que llueva para hacerlo y que quede peliculero e incierto a los ojos de quien no le importa.
Podría dedicarte canciones con una guitarra acústica o subir el volumen de una radio antigua bajo tu ventana, pero no voy a hacerlo, por el simple hecho de que ni sé tocar la guitarra, ni tengo una radio antigua, ni me apetece deleitarte con otra cosa que no sean cosas que me guste hacer.

Esto no es un cuento cualquiera.

No es un mundo que pueda verse ni visitar a menos que yo no quiera y tú estés dispuesta.
Esto no es una historia de cualquier fantasía dentro de mis sueños.
Esto, tan sólo son simples palabras que te dicen que soy incapaz de muchas cosas, capaz de otras y que te obligan a imaginar un andén dónde esperar un tren de color negro, que he comparado con tu pelo.
Esto tan sólo son letras alineadas que intentan cobrar algún sentido, y te dicen que esto no es un cuento cualquiera.

Bienvenida a mi mundo de papel.

viernes, 13 de septiembre de 2013

EDIFICIOS DE AGONÍA

El tiempo no deja de seguirme por el laberinto que han creado mis palabras, e inevitablemente, siempre encuentra la salida para escapar de mí.

Las tardes se hacen más cortas y los días se esfuman como el humo de una locomotora en marcha, y se pierden entre el movimiento del aire en una tarde gris que anuncia tormenta.

Los monstruos y las agonizantes gárgolas de piedra de mi mente cobran vida y se diluyen en el reflejo de las lágrimas que brotan de tus ojos, deslizándose lentamente y acariciando tus mejillas hasta morir extendidas en la yema de mis dedos. Saltan al vacío y nacen alas de oscuras plumas de su espalda y se marchan dejando las columnas del edificio de mi alma desprotegido ante los años.

Así, los segundos me alcanzan y arrugan la superficie de mi papel, agrietando las escaleras de mi edificio y tornándolas en un ambiente antiguo y fantasmal. Las ventanas se cubren de la mezquina niebla que inunda mis pupilas y las hace naufragar entre un desesperante llanto.

La hiedra asciende por los recovecos en las paredes y envuelve al paisaje en un abrigo invernal y misterioso. Las sombras impactan contra las esquinas y la oscuridad se dispersa como gotas de pintura sobre la piel, como los besos que reparten mis labios en tu cuello, como las gotas de lluvia estallando al rozar el suelo, como la música rompiendo la membrana de los altavoces hasta propagarse con el aire.

Los años se esfuman como hilos de tinta huyendo entre las partículas de agua, y se expanden por la base del tarro de cristal, tomando una estructura redondeada y similar al humo desprendido por la erupción de un volcán o una explosión nuclear.

Mis edificios de agonía se derrumban y bloquean mis cuerdas vocales, impidiendo el paso a mis gritos de socorro. Los ladrillos se desploman inertes y calcinados, como El Muro de Waters, impasible ante la melodía de su guitarra de ocho cuerdas. Las cenizas que liberan los escombros se ciernen a mis pulmones y me privan de la respiración, ahogándome en un sofocante naufragio de mis sentidos.

La niebla inunda mis pupilas, como el vapor de agua en los cristales en invierno, y la escarcha tapona mi campo de visión, arrojándome a una pesadilla de la que no podré despertar.

Una pesadilla en la que mis palabras llegan hasta a ti, y se cuelan entre los reflejos de tus ojos, hasta morir disueltas en tu mente.


miércoles, 28 de agosto de 2013

ENTRE DOS SIGNOS DE INTERROGACIÓN

A veces, de tanto pensar, mi ideas siempre acaban por completar su metamorfosis en un verso.

A veces me pregunto si cada palabra que te escribo lleva el número exacto de sentimientos que he querido incluirle, o carece de alguno. A veces mis palabras van tan cargadas de emociones que no sé cómo expresarlas, pues se convierten en el guión de un discurso al que enfrentarse, como si cada momento recopilado en una línea tuviese que ser pronunciado.

A veces me pregunto si mis párrafos llenan todo el espacio vacío que he pretendido llenar en un simple poema.

A veces me pregunto tantas cosas y ninguna de las repuestas que me doy a mí misma me vale.

...

Por eso, a veces, dejo que las preguntas se vayan por un momento, y simplemente te escribo.

Por eso, a veces, dejo que tú me las respondas, porque a diferencia de mis respuestas, las tuyas sí que me valen.

Por eso, a veces, mis poemas se llenan de recuerdos que recojo de entre tus brazos, donde puedo refugiarme de mis miedos y escribir con tinta de mis labios sobre tu piel.

Por eso, a veces, si te miro a los ojos, no tengo la necesidad de cargar palabras de sentimientos, líneas de recuerdos, versos de emociones y párrafos de infinitas preguntas resueltas con tu respuesta.

Por eso, a veces, cuando las dudas nos asaltan, y nadie es capaz de responder nuestras preguntas, mis versos responden por ti... y tu sonrisa responde a mis versos.



Y yo,
como siempre,
a veces,
me respondo a mi misma que tú eres la respuesta a todas mis preguntas.


Y esa, como siempre, es la única respuesta que me vale.

lunes, 27 de mayo de 2013


EXCELSIOR
"Voy a coger toda la negatividad y la usaré para buscar el lado bueno de las cosas"

Plumas surcando el cielo, volando al ras de los océanos acompañadas de un sinfónica y armoniosa melodía que las hace bailar al ritmo de un compás interminable... y el viento sopla a su favor, siempre a su favor.

Me he cansado de mirar la vida con los ojos de una triste figura incapaz de continuar.

Hoy brilla el Sol, aunque aquí es de noche y las estrellas no paran de brillar. Las nubes aún no las arropan para irse al mundo de los sueños.

Y yo sigo aquí, por unas plumas que me pararon y me susurraron al oído que merecía la pena volver a levantarse y aguantar cada caída. Las plumas vinieron un día a buscarme y hoy hacen brotar la tinta entre mis dedos, como afluentes de las lágrimas que persiguen ilusiones. Como creaciones de una vida que quiere cicatrizar. Como versos que esperan a su rima y a ser encajados en alguna que otra métrica de algún poeta estancado entre las hojas de un libro.

Voy buscándolas y cazándolas al vuelo mientras van secando mis lágrimas con ternura.

Me he cansado de ver el tiempo pasar bajo los cristales de unas gafas de sol que no me dejan caminar. Hoy quiero mirar al Sol, a sus ojos deslumbrantes y poder gritarle que vuelva a viajar por mi cielo oscurecido, debido a las estrellas y a la tormentas nocturnas de la soledad y la tristeza. Quiero coger un pincel y poder teñir el cielo del azul que siempre deseé. Hoy voy a coger todas las inseguridades que me inquietan, todos los cambios de las emociones que un día me hicieron sentir endeble, todas las lágrimas derramadas entre cuatro paredes solitarias, todos los versos inundados de tristeza que me limité a destruir... hoy voy a mirarles a la cara y a decirles que ya no soy marioneta de monstruos, que no soy como los demás, que hoy todas las partituras de canciones tristes van a desaparecer por un tiempo.

"Tienes que hacer lo que puedas y esforzarte al máximo, y si mantienes el optimismo, siempre te quedará el lado bueno de las cosas"

jueves, 25 de abril de 2013


ROSAS ROJAS

El leve sonido de un teléfono perfora su silencio.

La sangre brota entre sus pensamientos y los recuerdos de una soledad eterna.

- No acaba jamás. No acabará.-

Con el cuerpo de tristeza en sus manos, desgarra la amargura de su existencia, y por su cuerpo desembocan las raíces de pequeños afluentes de un río de lágrimas.

Y brotan rosas rojas entre sus brazos, que hunden sus espinas entre la desesperada y magullada piel que se ha cansado de existir. Una pequeña zona indefensa la mira con ojos de miedo... de súplica. Le mira y le dice cobarde. Le escupe las palabras que nunca pronunció, que nunca existieron.

Quiso acallarla. Quiso apagar su llanto y sus palabras.

Quiso perforar con los filos diamantinos de un recuerdo, el único llano en el que no nació vegetación. El único llano que apagaría sus días y la llevaría al mundo de sueños que siempre deseó...

Una pluma roza su rostro con la punta de los suaves filamentos de unas alas blancas. Los filos diamantinos se detienen, sin que pétalos muertos dejen de brotar de la grieta que ha rozado el bloque de hielo al instante, al momento...

Y la pluma se tiñe de un rojo oscuro. De color. Y con el extremo de su esquelética estructura, coloreó el agua de los ríos, arrancando los rosales...

Curando las espinas de mis rosas rojas.

martes, 9 de abril de 2013


LA PEQUEÑA PRINCIPITA  
"Para mi Pequeña Einstein"
Creo que tú,
al igual que El Principito,
también aprovechaste una migración
de pájaros silvestres
para evadirte.

"Dime dónde estabas cuando la ansiedad me ahogaba, cuando cada pensamiento provocaba arcadas y temblaba cada poro de mi piel sin nadie que me abrazara y me dijera: Tranquila todo irá bien"

Estaba evadiéndote entre pájaros silvestres, volando sin rumbo concreto; buscando climas más cálidos, donde poder aclarar los pensamientos que les atormentan.
Viajaste allá donde el dolor fluye, como afluentes de sangre por las venas de hielo de alguien inexistente, invisible...

Te ocultabas entre las ramas de los árboles, saltando de una en una como una fugitiva huyendo de un destino que nunca existió; como la pequeña Rue, buscado cobijo entre las sombras de los esbeltos troncos y las frondosas copas; como un pequeño pájaro que se ha cansado de volar entre la polución de una ciudad contaminada y abyecta.

Te levantabas cada día con las sábanas pegadas a la piel, la habitación a oscuras y al abrir la ventana, la luz te golpeaba en los ojos. Parpadeas varias veces y te acostumbras al tono de la calle, que te mira, desafiante y no te deja escapar.

Tienes las palabras de tu libro encerradas bajo llave, esperando que alguien encuentre la clave que consiga abrir el cerrojo para sacarlas a la luz.

Hay tantas preguntas sin respuesta...

¿Dónde estabas cuando te necesité? Cuando cada claro de Luna ahogaba mis pensamientos bajo una habitación astral, en la que solo habitaban monstruos y fantasmas del pasado.

Pesadillas opacas que tumban tempestades. Qué putada es esperar a alguien como tú durante tantos años y descubrir que estuvo tan cerca todo el tiempo... sin dejarse ver, casi translúcido a la luz del día, ocultando sus ojos marrones y su tez pálida.

Escondes el enigma de un tesoro, sí, un tesoro llamado lucidez. No solo te evades entre pájaros silvestres, sino que vuelas entre las alas de los ángeles, evitando acercarte mucho al cenit cielo para no sufrir quemaduras.

No sabes volar... pues tampoco aterrizaste en un punto concreto.

 "¿Viniste de una estrella, Pequeña Principita? ¿De dónde viniste?"

CAMINOS SOBRE MI PIEL

Los párpados me pesan por el sueño. Despierto y los abro poco a poco para evitar que la luz del día me dañe la vista.

No quiero salir de la cama. No quiero abandonar los sueños. No quiero entrar en la monotonía.

El tiempo se me clava como cuchillas sobre la piel, con grietas limpias y cuidadosas que evitan sangrar, pero causan más dolor que cualquier grieta profunda.

La habitación da vueltas, mientras mi figura oscurecida mira a la nada, sentada en el suelo y en silencio.

Me arden las manos de odio. De odio a un mundo que yo misma creé. De odio hacia un mundo hecho a medida que comienzo a destruir... que comienza a hacerse añicos, a reducirse a cenizas.
Los árboles se alzan denigrantes ante un bosque carbonizado por hojas en blanco. Las carreteras se cruzan y siempre acaban en un punto concreto y paralelo. La lluvia quema los llanos prados de una mirada cansada de respirar. Las garras del viento ocultan las luces del día y el aura blanquecina de una Luna exhausta de permanecer en un cielo por el que nunca viaja el sol.

El mar de angustia se cuela entre las carreteras y las llena de odio y tristeza.

Abre los ojos...
La luz se cuela entre los pliegues de mis manos...
La lluvia aún se escucha, impactando sobre el pavimento del mar de caminos sobre mi piel.

martes, 2 de abril de 2013


EL CRIMEN PERFECTO

"I belong with you, you belong with me, you're my sweetheart."

- ¿Dónde está mi lugar?¿Dónde estoy? -

Palpa el ambiente y siente volar en un pequeño espacio blanco. La soledad se abre entre senderos de gloria y su sonrisa bate el espacio. Dibujan sus labios un gesto de perdón, hacia toda culpa cometida, como el crimen perfecto de unos sueños que un día se derrumban y hoy le ayudan a recuperar.

El crimen perfecto de alguien que no se cansa de caer. Un constante homicidio de metas e ilusiones, que en un instante, se vieron inertes en alguna parte de una calle estrecha y gris.

Nacen sus ojos de un brote de tristeza, de un halo de alegría intermitente, de un sentimiento poco constante e inseguro.

- ¿Dónde está mi lugar?¿Dónde estoy? -

En mi nunca jamás...

UNA MIRADA

Sus manos se mueven con facilidad sobre las brillantes y blancas teclas de su piano. Con los ojos cerrados y con unos suaves movimientos de brazos y un ligero contoneo en el taburete de cuero negro, la música alcanza todas las esquinas de un enorme salón. Hasta los huecos más escondidos y olvidados de la casa son conscientes de lo que aquellas manos son capaces de hacer, solo con rozar una partitura escrita en un papel antiguo de tez amarillenta, debido al paso del tiempo.

Sus manos no se detienen, se deslizan de un lado a otro del piano, en medio de aquella habitación.

Ella, sentada en el sofá y con un dedo parado ante una tecla de su máquina de escribir, no puede apartar la mirada de aquel hecho extraordinario. La música la transporta a universos paralelos, donde todo es obscuridad, excepto por una pequeña circunferencia que ilumina el silencioso instrumento.

Él la mira, sin parar de tocar. La mira hasta que ella le devuelve la mirada, con una extraña sensación de estar flotando en un espacio endeble.

Cuando sus ojos se encuentran, esboza una tímida sonrisa. Solo entonces ella sabe. Solo entonces comprende, aquella mirada tímida y silenciosa, que no se aparta de su punto de vista, mientras una suave y lenta melodía bate el espacio.

Y con esa mirada se dijeron todo lo que no puede decirse con palabras o con música. Con una mirada expresaron lo que tanto tiempo habían callado hasta ahora.

Una mirada bastó para hacerles saber, que el tiempo a partir de entonces, correría en su favor.

RAIN

Calles mojadas. El viento se cuela entre los recovecos del asfalto. Ella camina sola. Sola entre los callejones de un oscuro laberinto. Cada ciertos pasos vuelve la vista hacia atrás, como si esperase que alguien la estuviese siguiendo. Nadie lo hacía; caminaba completamente sola por un camino en blanco y negro, humedecido por las gotas de lluvia, que se aferraban a sus pies y la perseguían allá a donde fuese.

Ella caminaba sola. Se dejaba acariciar por la tormenta, que le empaña las gafas y le llena los cristales de un brillante rocío diminuto. Las lágrimas le resbalan por sus mejillas, se disfrazan de agua caída del cielo y se ocultan bajo los cristales coloridos de los rayos del sol.

La tormenta cobra aún más fuerza. Le pega la ropa a la piel y le empapa los cabellos negros.
Ella acelera el paso, cada vez más y más rápido, como si alguien la estuviese persiguiendo mientras le susurraba al oído cosas que no quería oír.

Finalmente echa a correr. Su respiración se acelera, mientras las gotas de agua se cuelan entre sus labios y se deslizan entre las comisuras de la boca.
Cierra los ojos y la lluvia se adhiere cada vez más a la suela de sus zapatillas, desgastadas por el tiempo y cansadas de correr.

El camino se ensancha y el asfalto se eriza... Y entonces ella cae.

Cae rendida y sin aliento abrazando el suelo grisáceo y húmedo. Cae resbalando por el agua adherida a su cuerpo. Cae y no se levanta. Se ha cansado de caer. Se ha cansado de que nadie le tienda la mano, para que no le cueste tanto levantarse. Se ha cansado de caer sola.
Ella camina sola. Sus manos arañan con rabia el pavimento mojado. Sus ojos se cierran con fuerza hasta que su oscuridad se ve nublada. Sus lágrimas le queman la piel, como lenguas de tinta enfurecidas.

Y ya no se levanta.

Apoya la frente en sus manos, por las que resbalan gotas de lluvia. Esconde su rostro en sus brazos y arquea el cuerpo, como un acordeón. Permanece tumbada. No se levanta. Ella camina sola...

Sola entre la lluvia de palabras.

domingo, 17 de marzo de 2013


PALABRAS SIN RIMA

Sombras. Me gusta esa palabra, al igual que obscuro u oscuridad. A diferencia de otros, no les temo, ya que son las únicas palabras que van a acompañarme cuando nadie más decida hacerlo.

Tiempo de sombras, mares de versos.

Tinteros de lluvia.

He intentado dejar de escribir, pero no logro que pase un solo segundo sin que me vengan palabras a la mente. Es como algo que me ha atrapado en silencio para no dejarme marchar.

El tiempo entre las palabras es más preciso y constante, transcurre más rápido, al tener más espacios y recovecos por los que escaparse.

No quiero dejar de escribir, mis manos están hechas de tinta, mi tiempo ocupado por versos y mi oscuridad, iluminada por el resplandor de una poesía interminable.
En un segundo pueden ocurrir muchas cosas, como que te venga una primera rima a la cabeza, o que decidas escribirla... ¿Por qué la escribí? Puedo. Puedo llenar páginas con versos, aunque sean versos de palabras vacías, alegres y extensos, o de tristeza fría. Pero puedo. Estoy llenando páginas, estoy pintando palabras de azul y negro; las creo, las tacho, les doy sentido.

Estoy sintiendo mis palabras...

Siento todo lo que escribo, si no, no lo escribiría.

Veo llorar al bolígrafo sobre un folio en blanco, y sus lágrimas son las más hermosas que he podido ver nunca. El brillo de otras lágrimas no crean palabras... pero sí las de mi bolígrafo.
Siento lo que escribo, ya sea prosa o verso. Siento mis palabras. A veces lo que siento no rima con nada... y a veces no siento nada, aunque rime con algo, por eso no lo escribo. Por eso mi bolígrafo, a veces, se cansa de llorar. Mi mente se cansa de sentir. Mis rimas se cansan de existir. Mis manos se cansan de escribir.
A veces me canso de callar lo que siento y me atormenta no poder escribirlo.

Hoy me he cansado de no rimar con nada. Hoy he extendido los brazos y he abierto paso entre las aguas por mi Tiempo de Sombras, a unas palabras que no riman con nada.

A mis palabras.